19 febrero 2018

Las cosas en su lugar


Dicen que la historia la escriben los que ganan. En ocasiones se tergiversa, en otras tantas no. Roger Federer lleva quince años ganando y contando historias con su raqueta. Y cada vez que reescribe esa historia, llora. No lo hace a propósito, simplemente llora. Incapacitado de controlar sus emociones por lo impresionante de sus logros, llora, se deja levar por la situación. La voz se le quiebra cada vez que nombra a su equipo de trabajo y sobre todo a su familia. Pudoroso, deja de hablar cuando sabe que se le caerá una lágrima, pero a veces, esa táctica no surte efecto. La pasión genera eso y la sensibilidad se encarga del resto. La misma sensibilidad que tiene con su raqueta, la tiene en su corazón, un corazón gigante rebosante de pasión, esa que le permite seguir ganando sin importar el número que diga su edad.
Cinco años, tres meses y dieciséis días pasaron desde que Roger Federer le "cedió" el N°1 a Novak Djokovic. Durante esos años el liderazgo del ranking ATP alternó entre Djokovic, Nadal y Murray, mientras Federer intentaba seguir prendido en la lucha por la cima del tenis mundial. Lejos de ese puesto pero siempre Top10 (salvo lesión en 2016), el suizo transitó todos los estadios posibles entre 2013 y 2017. Bajo nivel, resultados atípicos, cambios de entrenadores, lesiones impredecibles, renacimiento tenístico, campeón de Grand Slam, pelea por el N°1...
Ante la incertidumbre de cuanto resistirá su físico a los treinta y seis años de edad (veinte años de profesional), reduce su calendario y elige minuciosamente, junto a su equipo, que torneos jugar y cuales no, con el riesgo de tropezar en algunas primeras rondas y derrumbarse en el ranking. Asumido ese peligro, afronta en 2017 su camino a ganar Grand Slams y recuperar el N°1 del mundo. Lejos de obsesionarse pero con el objetivo claro, no titubea ante la tentación de superar a Nadal en 2017 privilegiando el físico y no el puesto.

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Pero en 2018 las prioridades cambiaron. Campeón de tres Grand Slams en doce meses, los objetivos inmediatos, tan cerca pero tan lejos, sin quererlo, cambian. El título en el Australian Open modificó su forma de programar el calendario. A tan solo 155 puntos ATP del N°1 del mundo, telefoneó a Richard Krajicek, director del ATP500 Rotterdam, y le solicitó un wild card para disputar el certamen del cual fue campeón en 2005 y 2012. La meta era llegar a semifinales, lo que le permitiría ser el monarca del circuito una vez más.
Y vaya si fue acertada la decisión de jugar en Holanda. La derrota de Wawrinka allanaba el camino a semifinales, pero no por eso iba a ser sencillo. Kohlschreiber le trajo problemas en octavos de final, que supo sortear, y Haase lo complicó tanto que solo las molestias físicas del local en el tercer set le simplificaron la tarea al helvético de cara al objetivo. Emocionado, resistió el llanto frente a las cámaras (algunas se le escaparon) mientras el torneo emitía un video en homenaje a su retorno a la cúspide, para luego recibir un premio en honor al logro.
Más relajado, en conferencia de prensa, el flamante líder del escalafón mundial y campeón de Rotterdam, expresó sus sensaciones: "Creo que alcanzar el N°1 es la hazaña más importante en nuestro deporte. Quizá esta sea la vez que más signifique en mi carrera y lo disfruto con 36 años (y medio). Es un sueño hecho realidad, no puedo creerlo. Definitivamente voy a comprobar el nuevo ranking el lunes por la mañana para ver si realmente soy N°1 y asegurarme de que no se haya cometido ningún error. Será un momento especial, sin duda me hará sentir muy feliz".



Como en 2004, 2009 y 2012, el suizo volvía a dominar el tenis mundial. Campeón en Rotterdam, la semana 303 en la cima de la ATP era una realidad. Catorce años después de debutar como el mejor del mundo, el "viejito" de treinta y seis años y seis meses volvía a sentirse el mejor de todos y a demostrar que la edad no es un impedimento, es solo un obstáculo más. El más veterano en liderar el ranking en la Era Abierta superaba el récord de Andre Agassi, N°1 con treinta y tres años en 2003, un número que Federer dejó pequeño...
Australian Open 2004, Wimbledon 2009, Wimbledon 2012 y Rotterdam 2018 fueron los torneos privilegiados en disfrutar en carne propia el ascenso al número uno del mundo de Roger Federer. Catorce años entre la primera vez y la última como monarca; cinco años desde su última vez como líder del ranking ATP; treinta y seis años de edad; 303 semanas primero del mundo (306 como mínimo); 97 títulos ATP en 146 finales disputadas (superó las 145 de Lendl); 20° ATP500 (uno más que Nadal) y así podemos seguir enumerando plusmarcas que ostenta el, quizás, mejor jugador de tenis de todos los tiempos.

Daniel Vitale Pizarro

12 febrero 2018

Clasificados campeones

El tenis no vive solamente de las hazañas de Federer, Djokovic o Nadal. Las historias de los jugadores que están más allá de los cien mejores del ranking ATP son dignas de contar por los sacrificios que hicieron (y hacen) para poder establecerse como Top100 o incluso mejor, sacrificios por los que ya pasaron (y pasan) los mejores del momento y del que ya no nos acordamos, como si Djokovic, por ejemplo, hubiera llegado a ser N°1 del mundo de un día para el otro y no hubiese tenido que superar hasta una guerra civil.

La gran mayoría de los aficionados no se detiene a pensar en todo lo que hace o debe hacer un tenista profesional para poder vivir del deporte. Y tampoco les interesa, porque el tenis va tan rápido que no hay tiempo de analizar el camino de Andy Murray a la cima del tenis o el ingreso al Top100 de Tennis Sandgren. Y eso es moneda corriente, como sucedió en la entrevista pospartido de McEnroe a Federer en R1 del Australian Open 2018: 
JM: "¿Como es posible que te puedas mover y jugar de esa manera a los 36 años?, tienes que decirles a tus fans..."
RF: "He trabajado duro en mi carrera, en el gimnasio cuando nadie..."
JM: "Eso no es verdad, vamos"
RF: "He estado mucho de vacaciones, toda mi vida" (risas)
En este contexto, las historias atractivas de tenistas de menor envergadura suelen ser menos atractivas para el fanático del deporte de la raqueta. Pero no por eso son menos interesantes y fascinantes. Esta semana sucedieron dos hechos que no son comunes en el circuito ATP. En Quito (Ecuador) y en Sofía (Bulgaria), tres de los cuatro finalistas nunca habían disputado una definición ATP y dos de ellos se alzaron con el ATP250, ambos debutantes, provenientes de la fase de clasificación y fuera del Top100, como si estuviese guionado.

Ecuador vio como su único campeón, Victor Estrella Burgos, caía en segunda ronda tras dieciséis partidos invicto y tres títulos bajo el brazo. Vacante el trofeo, el español Roberto Carballés Baena (107°) llegó a la final ante su compatriota Albert Ramos Viñolas (21°) al que venció en tres sets. Nacido en Tenerife hace 24 años, apenas había alcanzado una semifinal ATP (Casablanca 2014) y este título significó su vuelta al Top100 y además llegar al puesto 76° del escalafón mundial, el más alto de su carrera desde que se volvió profesional en 2011.


Roberto no ganaba un partido ATP desde Rio 2017, casi un año atrás. Desde aquel torneo solo disputó Challengers y fases previas de torneos ATP. Pero en Quito su suerte cambió. Cuartofinalista en 2017, Carballés no dejó pasar esta oportunidad en Sudamérica. "Se me vienen muchas cosas a la mente, muchos años de entrenamiento para conseguir esto. Vengo trabajando duro para consolidarme en el Top 100. Quiero agradecerle a mi familia, sobre todo a mis padres. Ellos estuvieron conmigo desde pequeño, apoyándome por mucho tiempo", declaraba un emocionado campeón.
Campeón europeo en singles y dobles (U18) y campeón de Roland Garros junior en dobles, todo en 2011, a Carballes Baena parecía que la transición al profesionalismo no le iba a costar. Pero la realidad fue otra. Aunque fue campeón de un Future en España a los 17 años (2010) y otro la temporada siguiente, el español se estancó en esa categoría varios años. Recién en 2015 pudo coronarse en el circuito Challenger con apenas dos Masters1000 jugados y un solo cuadro principal de Grand Slam disputado en su carrera hasta el día de hoy. 

En Bulgaria la sorpresa fue mayor. La final fue entre dos debutantes en finales ATP: Mirza Basic vs Marius Copil. El bosnio fue el campeón y el caso más sorprendente de la semana. Basic derrotó a Stan Wawrinka en semifinales y a Copil en la final. Pero no fue una casualidad su título en Sofía porque Mirza desde hace algunos meses vive un gran presente. En octubre de 2017 fue semifinalista en Moscú y en enero 2018 cuartofinalista en Doha, antes de debutar como campeón ATP. En todos los certámenes superó la qualy. Superación contante.
Basic aparecerá el lunes, a sus 26 años, como el 77° del ranking ATP, su primera irrupción en el Top100 y segundo bosnio en ser campeón ATP tras Damir Dzumhur (Moscú y San Petersburgo). Feliz por todo lo sucedido durante la mejor semana de su vida, así se manifestó Mirza ante el público presente en Bulgaria: "Dar las gracias a Marius por un partido como el de hoy y por su fair-play. He tenido suerte, quizá un poquito más que Copil. Esta semana se cumplen dos sueños para mí. Sofía será siempre mi lugar especial porque aquí gané mi primer título y entré por primera vez al Top 100".

Daniel Vitale Pizarro

05 febrero 2018

Una Copa Davis que se avizora interesante

La Copa Davis volvió al ruedo. Atrás quedó la consagración de Francia ante Bélgica en noviembre pasado de la mano de Yannick Noah y sus elegidos. La temporada 2018 inició sin Argentina entre los dieciséis mejores equipos pero con varias estrellas de la ATP representando a sus países. Marin Cilic (3°), Alexander Zverev (5°), David Goffin (7°), Pablo Carreño Busta (10°), Sam Querrey (12°), Nick Kyrgios (14°), John Isner (18°), Richard Gasquet, Fabio Fognini, Borna Coric, Denis Shapovalov, entre otros, defendieron su bandera el fin de semana durante la primera ronda del Grupo Mundial.

La primera serie comenzó el día jueves para los habitantes de América y del viejo continente. Australia recibía a Alemania en Brisbane, en las instalaciones del ATP250 disputado semanas atrás. Por presente, pasado y futuro, era la eliminatoria que mejor tenis prometía. Campeones 28 veces los australianos y tres veces los alemanes, los locales contaban entre sus filas con la sensación del verano oceánico De Miñaur y con Kyrgios mientras que los visitantes alinearon a Zverev como principal figura. El actual N°5 del mundo no defraudó y le dio la clasificación a cuartos de final gracias a sus dos victorias (Zverev y De Miñaur) y a la ayuda del dobles el sábado.
Rápido hicieron las cosas dos países que concluyeron sus compromisos el sábado con el punto del dobles. Kazajistán ante Suiza (única serie sin Top20 de este fecha) y Estados Unidos frente a Serbia. Los suizos no contaron con Roger Federer ni Stan Wawrinka y los serbios tampoco compitieron con sus mejores raquetas como Novak Djokovic y Viktor Troicki, muy cuesta arriba pasar de ronda sin ellos, pilares de sus conquistas en 2010 (Serbia) y 2014 (Suiza).
El curioso caso de Kazajstán sigue sorprendiendo a propios y ajenos. Sin jugadores de renombre se sigue manteniendo en la elite de la competencia. El equipo cuenta con el "copero" Mijaíl Kukushkin y sus compañeros, rusos o ucranianos nacionalizados kazajos gracias al fanatismo del presidente del país y al dinero empleado para el desarrollo del deporte. Animadores de la competencia desde 2011, año en el que debutaron en el Grupo Mundial, nadie quiere viajar a Astana, estadio en el que solo perdieron una vez en 2013 ante los futuros campeones República Checa. Su récord en condición de local es 7-1 entre 2011-2018.

El actual campeón comenzó con el pie firme la defensa de la Ensaladera de Plata sin exponerse ante Holanda. Gasquet y la pareja Herbert-Mahut dejaron el resultado en la mano de Mannarino para que definiera ante Haase el pase a cuartos de final luego del traspié el viernes en su debut oficial en Copa Davis. El galo supo controlar las nervios y el domingo certificó el avance de ronda de "le blu" luego de un duelo dramático a cinco sets.

Y si de partidos dramáticos hablamos, la serie entre Italia y Japón en Morioko fue para el infarto. Candidatos los italianos pero en terreno hostil japonés, Fabio Fognini se destacó entre todos y fue el héroe del fin de semana. El jugador de la fecha disputó tres partidos y catorce sets a lo largo de 11h 41m para darle la clasificación a cuartos de final, en parte por el fallido intento de barrer la serie 3-0 luego de que Seppi no pudiera derrotar a Sugita el viernes en cinco sets. Fabio se cargó a Taro Daniel el viernes (cinco sets), ganó el dobles junto a Simone Bolelli y cerró la serie ante Yuichi Sugita (cinco sets), en ambos singles estuvo 1-2 en sets. Del 6-8 de abril italianos serán anfitriones ante franceses.

España y Bélgica cumplieron con su favoritismo sin antes tropezar en un par de puntos que en los papeles eran accesibles. La Copa Davis es especial, diferente a todo tipo de competencia y los pronósticos y especulaciones se caen por sí solos. Las victorias de Cameron Norrie ante Bautista Agut y del dobles húngaro Fucsovic-Balazs a Bemmelmans-De Loore no alcanzaron para acceder a la siguiente ronda, quedaron en solo un susto que no llegó a ser sorpresa. Ambas series se definieron en el cuarto punto, durante el duelo de números uno. En abril españoles recibirán a alemanes y belgas visitarán norteamérica.


Otra eliminatoria que prometía mucho era Croacia-Canadá. El capitán croata arriesgó el viernes con Coric y Galovic en los singles y Cilic el sábado para darle descanso al finalista del Australian Open. El dobles, una vez más en Copa Davis, inclinó la serie para el ganador. Coric a Pospisil y Shapovalov a Galovic el viernes, el dobles Cilic-Dodig prevaleció en cinco vibrantes sets ante Nestor-Pospisil tras estar 0-2 en sets. Complicado quedaba el escenario si el flamante N°3 ATP no salía a la cancha el domingo pero el más joven del equipo sentenció la serie en el cuarto punto. En duelo de #NextGen Borna Coric eliminó sin problemas a Denis Shapovalov. Ahora croatas recibirán a la siempre complicada Kazajstán.

Daniel Vitale Pizarro

29 enero 2018

El mito suizo

El 'Ojo de Halcón' le corta la emoción del triunfo como en 2017. Trofeo en mano y micrófono a centímetros de su cara, no puede hablar. Se le quiebra la voz en medio de los agradecimientos y felicitaciones. Los gritos y aplausos son ensordecedores. Sigue agradeciendo a cuentagotas por no poder hablar. La emoción lo invade. La ovación no cesa. La gente quiere que el momento sea eterno. El presentador interrumpe el bullicio en vano, los espectadores están de pie adorando a su ídolo. Levanta el trofeo y las lágrimas se apoderan de él. Llora. Llora como un niño. Se desahoga. La máquina perfecta del tenis es la más humana de todas. Los flashes al unísono con los aplausos se convirtieron en los protagonistas de la noche australiana en el mítico Rod Laver Arena. Roger Federer era campeón del Australian Open 2018.

Treinta y seis años, cinco meses y veinte días, el segundo campeón de Grand Slam más "viejo" de la Era Abierta del tenis, aunque la palabra viejo le falta el respeto. Federer superó la prueba del paso del tiempo y eso lo hace más grande de lo que es. Diseñado genéticamente para jugar al tenis, no deja cabo suelto en su preparación para las grandes citas. Entrenamientos de calidad y no de cantidad, competencia intensa pero breve, y períodos largos de descanso. Esa la fórmula elegida por Pierre Paganini (preparador físico de siempre) para seguir en la elite del tenis profesional, sin importar lo que diga el calendario biológico personal. 
"Roger XX" suena más a Rey de la antigüedad que a un tenista que ganó veinte Grand Slams, más que cualquier otro hombre en la historia del deporte de la raqueta. Federer trasciende el deporte, no solo el tenis. Es un fenómeno social deportivo. A donde va es amado, sin importar la nacionalidad de su rival de turno. Los fanáticos afortunados lo siguen alrededor del mundo, planifican viajes a ciudades en las cuales dispute algún torneo. Los demás "desafortunados" lo miran y admiran a través de la TV, a cualquier hora del día, aunque tengan que madrugar o trasnochar. Incluso la gente que no mira tenis, mientras hace zapping, deja algunos minutos la señal deportiva para verlo impactar un drive, un revés, una volea o un saque. Es adictivo. Es un poco de todos.

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En julio se cumplirán veinte años desde que Roger Federer debutó en el circuito ATP, el mismo número de Grand Slams que obtuvo a la fecha, a razón de un "Major" ganado por año. Una locura total. Desde su primera final en un Grande en Wimbledon 2003 hasta su última en el Australian Open 2018, pasaron 59 Grand Slams de los cuales disputó 58, llegó a 30 finales (51,72%) y ganó 20 (34,48%). Números extraterrestres. Un dato 'random' dice que el 10% de los Grand Slams totales disputados en la Era Abierta (1968-2018) fueron ganados por RF, algo que solo los freaks de los números (y ultra fanáticos del de Basilea) pueden saber.

En cuanto al análisis del juego, la versión renovada, rejuvenecida del Federer 2107-18 difiere bastante de la versión trituradora de récords, joven y dominadora del circuito del 2004-2009. La resurrección como gran campeón comenzó en 2014 con dos hechos significativos: Stefan Edberg como coach y el cambio de raqueta. El sueco comenzó la transformación de jugador ofensivo a ultraofensivo, ayudado por la nueva raqueta de aro más grande (90 a 97). Sin corona pero con tres finales Grandes, el segundo cambio fue la contratación de Ivan Ljubicic en 2016, una apuesta arriesgada. Lesión de por medio, lo mejor estaba por venir en 2017, el año del "nuevo tenis total".

A las asiduas subidas a la red y la presión constante a partir de la devolución (Edberg rules), le agregó la mejora de su golpe históricamente más débil, el revés. Tanto lo mejoró que hizo de su punto débil, un virtud. Metido adentro de la cancha, muchas veces casi de sobrepique, le quitó el tiempo a sus adversarios. Dejó el slice (solo para variar ritmos) y agregó un sólido top. Pero fue más allá con el "nuevo revés" hasta golpearlo sin dificultades por encima de sus hombros, algo que años atrás ni el propio jugador hubiera imaginado. El ejemplo cabal de que el trabajo a consciencia y el creer que se puede mejorar, van de la mano.
"Creo que el Federer que jugó esta noche es una mejor versión de mí, especialmente por tres aspectos en los que ahora soy mejor: el servicio, especialmente el segundo saque, el revés, y el resto", respondió el multicampeón a la pregunta sobre si era mejor el Federer campeón en Melbourne 2007 o el del 2018. ¿Dónde está la clave su evolución? La pasión. La pasión por el deporte que ama genera ganas de mejorar, de superarse, de no rendirse ante las adversidades. Superdotado física y técnicamente (ayudado por un entrenamiento intenso y eficaz), fortalecido mentalmente luego del parate de seis meses en 2016 tras el que nadie sabía cómo volvería, la pasión completa el combo perfecto para regresar a su mejor nivel, incluso mejor. Rendirse no existe en su diccionario personal.

"Nunca subestimes el corazón de un gran campeón"

Daniel Vitale Pizarro

23 enero 2018

The Happy Slam

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El Australian Open es denominado el “Happy Slam”. Los australianos hicieron que el torneo adopte ese nombre afable gracias al gran número de espectadores y al calor de los mismos en cada entrenamiento o partido. Disfraces, colores vívidos, comida y algún trago de más, son característicos del día a día, un marco único en un país que lo tiene todo. Disputado en Melbourne durante el mes más caluroso del año en el hemisferio sur, Melbourne Park recibe cientos de miles de visitantes durante los casi 20 días que dura el certamen desde la clasificación de todas las categorías participantes, hasta las finales. Singles, dobles, dobles mixtos, juniors y silla de ruedas son las competencias oficiales durante el primer Grand Slam de la temporada.

En las categorías más importantes (individual masculino y femenino), Roger Federer intentará defender el título obtenido en 2017, y Serena Williams, campeona en 2017 estando embarazada (dato no menor), no disputará el Australian Open por no estar al 100% de su condición física. Los candidatos al título son varios: Federer, Nadal, Dimitrov, Zverev, Kyrgios, Del Potro o alguna sorpresa que pueda colarse en las instancias finales masculinas, son los nombres que están en boca de propios y ajenos del deporte, por lo que apostar por tu jugador favorito no es tarea sencilla.

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Abarrotado de fanáticos todo el complejo tenístico, el calor extremo imperante parece no molestar a los visitantes que soportan temperaturas de casi 40° centígrados. Pero los jugadores son los que peor la pasan cuando de calor extremo se trata. Los termómetros marcan casi 60° grados centígrados en el suelo de la Rod Laver Arena, de la Margaret Court y de la Hisense Arena, los principales estadios australianos. Estas tres mega estructuras del complejo cuentan con techo retráctil para los días de lluvia o de calor extremo (40°C), típicos durante esta época.


El Grand Slam más difícil de todos por las condiciones de calor, por la lejanía de Australia con Europa y Norteamérica (epicentros del circuito ATP) y por realizarse en enero, luego de las merecidas vacaciones (físicas y mentales) y de una exigente pretemporada. Ese conjunto de cosas hace que el históricamente menos prestigioso de los cuatro Majors sea el más complicado de ganar, el más competitivo y el más “feliz” de todos. Bienvenidos al Australian Open 2018, la temporada ya comenzó.

Daniel Vitale Pizarro

15 enero 2018

La juventud ataca

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Los torneos previos a los Grand Slams siempre dan que hablar. Sin los mejores jugadores del circuito que se preservan para competir unos días después a cinco sets, es común que los protagonistas sean desconocidos o poco populares para el aficionado televisivo. Alex de Miñaur y Daniil Medvedev fueron los destacados de la semana al alcanzar la final del ATP250 australiano. Para Medvedev (ruso) era la segunda final ATP a los veintiún años tras la perdida un año atrás en Chennai; para De Miñaur (australiano, residente en España de padre uruguayo y madre española) era su debut como finalista en el circuito principal con tan solo dieciocho años de edad.

Proveniente de la qualy Daniil y directo en el cuadro principal Alex gracias a un Special Exempt por alcanzar semifinales en Brisbane y no poder disputar la clasificación en Sydney, llegaron a la final La final más joven de la Era Abierta (39 años entre ambos), superando por meses a la disputada por Nadal y Djokovic en Indian Wells 2007. En ambas precoces definiciones por el título el ganador fue el mayor. El "Oso" Medvedev derrotó al #NextGen De Miñaur 1/6 6/4 7/5 en un partido parejo y luchado, un lindo espectáculo para el público presente con dos jóvenes que nunca se rindieron a pesar de su edad y de las adversidades cotidianas de un partido de tal magnitud.

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Curiosa la historia de Medvedev (84° ATP) y su participación en Australia a último momento. El propio jugador cuenta porque decidió jugar en Sydney: "Quería ir a Auckland porque mi novia tenía un visado para Nueva Zelanda, pero nadie se dio de baja del torneo. Luego hubo cuatro ausencias pero ya no podía ir. Tuve que superar esta fase previa y al final he ganado el torneo. Ha sido extraordinario". El joven ruso destaca por sobre todas las cosas su evolución mental: "No he roto una sola raqueta ni he perdido el control. Tanto en las semifinales como en la final he tenido situaciones muy adversas y no dije ni una palabra. Eso se debe al gran trabajo que hice en pretemporada".

Daniil irrumpió en el circuito ATP hace apenas un año atrás al perder la final del ATP250 Chennai. En Wimbledon sorprendió a propios y extraños al derrotar en primera ronda a Stan Wawrinka (3°), su primera victoria ante un Top10. Al siguiente certamen en Washington venció a Dimitrov (11°) en octavos de final. Junto a buenos resultados en Challengers ingresó al Masters #NextGen disputado en Milán en el cual finalizó tercero. Su nombre estaba en la tapa de todos los diarios deportivos. Sin parentesco con el ucraniano Andrei Medvedev (finalista de Roland Garros 1999), el nacido en Moscú vive el mejor momento de su carrera, y va por más.


Del otro lado de la red, la sorpresa mayor. Alex De Miñaur y una historia muy particular. Nacido en Sydney, a los cinco años emigró junto a su familia a España. Dotado de un talento singular, fue N°1 español en la categoría Sub10. Destacado en las categorías menores pero sin recursos para poder costear su formación tenística, su madre concurrió a la Federación Valenciana de Tenis a pedir ayuda económica para el desarrollo tenístico de su hijo y la respuesta fue un rotundo "No", que no contaban con los recursos para otorgarle ni siquiera una beca básica. Sin oportunidades, la familia regresó a Australia, país que ni lento ni perezoso, vieron las condiciones de Alex y le brindaron todo lo necesario para crecer como jugador de tenis.

Y los frutos no tardaron en llegar. A los quince años fue semifinalista del US Open y finalista del Eddie Herr. A los dieciséis fue campeón del Australian Open en dobles y semifinalista en singles, y además finalista de Wimbledon. N°2 del mundo en junior, prometía mucho. 2017 fue el año de su ingreso al circuito ATP disputando la gira australiana con dos victorias en tres torneos, incluida una en el Australian Open, debut absoluto en Grand Slam con triunfo incluido. El prodigio australiano que dejó escapar España se hacía realidad. Menor de edad, no volvió a ganar un partido ATP esa temporada pero si se fogueó entre qualys ATP, Challengers y Futures antes de explotar en 2018.


Aguerrido, potente, agresivo y sin miedo ante los mejores, Alex aprovechó las invitaciones en Brisbane y Sydney siendo semifinalista y finalista respectivamente con seis victorias ante jugadores Top50, algo que ni siquiera soñaba para esta altura de la temporada. En su país y en su lugar de nacimiento, su tenis fluyó y los resultados se fueron dando a su gusto. Wild Card en el Australian Open más que merecido, llega al primer Grand Slam del año en su mejor momento tenístico y de ranking (127°) y aspira alto: "Quiero ser N°1 del mundo y ganar más Grand Slams que Federer". Ambiciosa e incrédula frase, el tiempo dirá para que está De Miñaur en el circuito ATP.

Daniel Vitale Pizarro

27 noviembre 2017

"Todos para uno, uno para todos"

La Federación Francesa de Tenis invierte millones de dólares en la materia tenis, como pocos países en el mundo. Quizás solo Estados Unidos desembolse más dinero en el deporte que Francia. Su circuito de interclubes es junto con Alemania el más fuerte y mejor remunerado del planeta. El circuito de torneos internos, al que acuden tenistas de todo el globo terráqueo a probar suerte, es el más concurrido y desarrollado de todos con sus ya conocidas nomenclaturas para clasificar el nivel de los torneos y los jugadores (negativos y positivos). A su vez es el país que coloca mayor cantidad de jugadores en el circuito ATP cada año (10 Top100 en 2017).

A lo largo de la historia Francia ha tenido y tiene grandes jugadores, leyendas del deporte. Los "mosqueteros" franceses Jean Borotra, Henri Cochet, René LocosteJacques Brugnon dominaron el tenis en los años '20 y principios del '30. Entre ellos ganaron veinte Grand Slams desde 1922 a 1936 en singles, veintisiete en dobles y siete en dobles mixtos, una bestialidad teniendo en cuenta que no solo ganaban en Roland Garros, sino también en Gran Bretaña y Estados Unidos (una sola vez en Australia). Luego de los Mosqueteros y durante la Era Amateur, Francia solo tuvo a dos campeones de Grand Slam: Marcel Bernard en Roland Garros e Yvon Petra en Wimbledon, ambos en 1946.

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En la Era Abierta también proliferaron los grandes jugadores franceses pero ninguno llegó a dominar el circuito ni un torneo en particular, a excepción de Yannick Noah, único campeón de Grand Slam francés entre 1969-2017. El excéntrico jugador de saque y volea logró ser el mejor en Roland Garros 1983 para ser el primero y por ahora el último en coronarse en un "Major". Varios finalistas tuvo Francia a lo largo de los años pero ninguno pudo alzarse con el trofeo de campeón, entre ellos Patrick Proisy, Henri Leconte, Cedric Pioline (2), Arnaud Clement y Jo Wilfried Tsonga. Tampoco tuvo a un N°1 ATP siendo Noah el que más cerca estuvo (3°).

Y acá queríamos llegar. Potencia mundial sin N°1 o grandes campeones de Grand Slam, en la Copa Davis Francia es diferente. Diez son las ensaladeras que acumula desde que inició la competición, misma cantidad que Gran Bretaña, terceros en la historia detrás de las inalcanzables Australia (28) y Estados Unidos (32). Los Mosqueteros se encargaron de ganar seis Ensaladeras tras disputar nueve finales consecutivas. Las cuatro restantes se lograron en 1991, 1996, 2001 y 2017 bajo la capitanía de Yannick Noah (3) y Guy Forget (1), además de otras cinco finales perdidas para un total de dieciocho finales de Copa Davis, cuartos en la historia total.

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Y la décima llegó. Dieciséis años después de la hazaña en Melbourne ante Lleyton Hewitt y Patrick Rafter sobre césped. En Lille, sobre superficie dura indoor, el equipo comandado por Yannick Noah y escoltado por Tsonga, Pouille, Gasquet y Herbet derrotaron a una dura Bélgica que tuvo en David Goffin al mejor jugador de la serie, pero que no alcanzó. A estadio colmado, la afición francesa se hizo sentir y disfrutó de un fin de semana vibrante que se extendió hasta el último partido de la serie en el que un brillante Pouille dejó sin chances al copero Steve Darcis (5-0 en quintos puntos vivos) que poco pudo hacer ante el vendaval de tiros ganadores del joven Lucas (23 años), diez años menor.

Mención especial para David Goffin. Finalista del Masters y finalista de la Copa Davis, ganó sus dos partidos sin ceder sets ante Pouille y Tsonga continuando con el gran nivel de tenis que exhibió en Londres. Segunda final en tres años para Bélgica y para Goffin, que sin otro Top50 se la rebuscó para sortear rivales y quedar al borde de ganar su primera Ensaladera de Plata. "Tarde o temprano ganaremos la Davis", fueron las palabras de su capitán Johan Van Herck , una historia que Argentina vivió durante mucho tiempo, aunque es cierto, con otra historia tenística detrás y una cantidad de jugadores de élite que Bélgica nunca tuvo, al menos en simultáneo.
Un equipo con todas las letras. Sin rencores ni aires de divismo, los no convocados para esta final estuvieron presentes en Lille como parte del equipo, no como espectadores. Nicolas Mahut, Gilles Simon, Julien Benneteau, Jeremy Chardy y Gael Monfils alentaron, acompañaron y entrenaron junto al equipo durante la semana previa. Parte de un todo, a excepción de Monfils, todos aportaron al menos un punto a lo largo de 2017, un 'equipo largo' en una competencia corta. Apodados los "nuevos mosqueteros" (L'Equipe), no serán los de hace noventa años pero el lema del libro de Alejandro Dumas del Siglo XIX "Los tres Mosqueteros", lo mantienen intacto: "Todos para uno, uno para todos".

Daniel Vitale Pizarro

19 noviembre 2017

Principio y final

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La temporada 2017 de Grigor Dimitrov fue un sube y baja de emociones que terminó de la mejor manera posible: campeón del Masters y N°3 ATP. El búlgaro fue un jugador temible durante enero-febrero, mediocre en el período marzo-julio, efectivo en agosto, protagonista en septiembre-octubre e intimidante en noviembre. Campeón en Brisbane, semifinalista del Australian Open y campeón en Sofía en el primer bimestre del año, no volvió a ser el mismo hasta Cincinnati, el torneo que definitivamente le cambió la perspectiva de la temporada y le devolvió la confianza a un talento innato con un físico privilegiado, que su principal rival era él mismo.

Desde su debut como campeón de Masters1000 y su tropiezo en segunda ronda del US Open, Dimitrov mantuvo un nivel alto, solo frenado por Nadal en Beijing (SF) y Shanghai (CF), Del Potro en Estocolmo (final) e Isner en París. Las tremendas temporadas de Federer y Nadal sumado a las ausencias en la segunda parte del año de Murray, Djokovic y Wawrinka, dejaron abierta la pelea dentro del Top10, todos a pocos puntos de diferencia, algo atípico si miramos el último lustro. Grigor llegó al Masters de Londres como el seis del mundo y sin participaciones previas, debut absoluto en el torneo y en esa posición de privilegio en el ranking.
Partido reñido y luchado ante Thiem que se decidió por dos doble faltas del austríaco 5-5 15-30 en el set decisivo, en los siguientes duelos Dimitrov solo cedió cuatro juegos. 6/0 6/2 a Goffin y 6/1 6/1 a Carreño Busta, reemplazante de Nadal por abandono por su maltrecha rodilla derecha. El búlgaro se soltó y pasó por arriba a sus rivales de turno con un tenis excelso, como pocos pueden ofrecer en el circuito. En semifinales los esperaba Jack Sock que sorprendió a todos ingresando al Masters siendo campeón de París contra todos los pronósticos y luego clasificando a SF tras derrotar al favorito Zverev, que dejó de ser avasallante tras el US Open.

Superados los nervios del primer set, "Dimi" apretó el acelerador y accedió a la final del Masters de Londres 4/6 6/0 6/3. En el partido por el título el rival era David Goffin, el vapuleado por Grigor en el round robin, el mismo que hizo el trabajo sucio eliminando del certamen a Nadal y Federer, los dos mejores del año por lejos. La final no iba a ser como a principio de semana por una cuestión lógica del momento de ambos y de la instancia, nueva para los dos. Entretenida, luchada, de buen nivel y con los nervios lógicos de jugadores no acostumbrados a instancias de esta envergadura, el nacido en Haskovo dio el golpe 7/5 4/6 6/3 y se coronó como Maestro.
"Éste no es un resultado del fruto de una semana o dos de trabajo, sino de lo trabajado desde la pretemporada pasada hasta final de este año. Para 2018 todo será interesante con la vuelta de varios lesionados. Yo intentaré ser constante en cada partido de cada torneo. Lo importante es estar con los pies en la tierra, trabajar duro y seguir por el camino correcto", decía Grigor en conferencia de prensa, analizando su trabajo para llegar a donde está hoy y agrega un sueño, el de muchos de quedar en la historia grande de este deporte: "Ahora quiero ganar en un Grand Slam, que siempre ha sido uno de mis sueños. Siento que cada vez, lo tengo más cerca".

Dimitrov venció ocho Top10 a lo largo del año en trece enfrentamientos. A cinco Top10 los derrotó en el Masters para ser campeón invicto y a tres en Brisbane en enero. Los otros cinco partido ante ese grupo selecto entre febrero-octubre, los perdió todos. Este título significó el cuarto del año para el nuevo N°3 ATP en cinco finales disputadas, octavo de su carrera en catorce definiciones totales. Campeón de ATP250, ATP500, M1000 y del Masters (M1500), su única cuenta pendiente son los Grand Slams, a los que accedió dos veces a semifinales (Wimbledon 2014 y Australian Open 2017), el objetivo principal para 2018.

Daniel Vitale Pizarro