Grigor Dimitrov fue tricampeón ATP en 2014. Ese mismo año fue semifinalista de Wimbledon y el octavo mejor tenista del ranking ATP. La calidad y la proyección del búlgaro invitaba a pensar que ese había sido el punto de partida para establecerse en el Top10, lugar natural por las condiciones del jugador y por el rendimiento en alza durante esa temporada. Pero nada de eso sucedió. Su caída fue abrupta. Más aun su nivel que su ranking. En el escalafón mundial nunca llegó a tocar fondo pero fue notorio su bajo nivel en relación a la temporada anterior y mayor aun su merma mental, su desconcentración y falta de convicción durante los partidos.
Sin grandes resultados, pasó desapercibido en 2015 y 2016, algo que nunca había vivido desde que se hizo profesional. La promesa del tenis mundial, la nueva estrella del deporte blanco, dejaba de estar en boca de todos. Sin la presión sobre sus espaldas y tras un breve lapso con Franco Davin, empezó 2017 junto a un nuevo entrenador, Daniel Vallderdú. Top20 ATP (17°), aterrizó en Brisbane con el objetivo de prepararse de la mejor manera posible para el Australian Open. Finalista en Sidney 2016, un flojo resultado en la gira previa al Gran Slam oceánico lo quitaba del Top20, por lo que estaba obligado a pisar fuerte en Australia si quería empezar el año con el pie derecho.
Todos los golpes todos
Steve Johnson y Nicholas Mahut pasaron sin sobresaltos y en sets corridos. El primer duelo comprometido del certamen fue en cuartos de final. Dominic Thiem (8°) lo esperaba en esa instancia, rival al que sorteó en tres sets. Dimitrov no era el de temporadas pasadas. Y la confirmación de su gran nivel se dio en semifinales. Milos Raonic (3°), campeón defensor, fue el contrincante al que derrotó en dos sets para acceder a la final en Brisbane. Triunfazo. El nivel del búlgaro se asemejaba más a la versión 2014 que a la 2015-2016. Pero los fantasmas de las últimas finales perdidas estaban allí. Cuatro finales perdidas al hilo acumulaba Grigor desde que fue campeón en Queens 2014...
Afincado en la definición del torneo australiano por primera vez en su carrera, "Dimi" aun debía superar la prueba más difícil. La final era ante Kei Nishikori (5°), rival al que nunca había podido vencer en las tres ocasiones que le tocó enfrentarlo. Contra todos los pronósticos, el de Haskovo salió airoso del partido y pudo consagrarse campeón del ATP250 de Brisbane. El resultado fue 6/2 2/6 6/3, cambiante el dominio del juego de cada set en el que prevaleció al final el de Dimitrov. Tres Top10 derrotados en un mismo torneo, algo que no había hecho nunca. Fantástico y curioso a la vez, más aun por tratarse de un ATP250. El circuito ATP tiene estas cosas.
Consciente de su trabajo realizado pero sorprendido por la velocidad con que se dieron los resultados, Dimitrov analizó su presente: "Ser campeón no era algo que no me esperara. He realizado un serio trabajo tanto dentro como fuera de la pista. Mi objetivo era ganar un título en los primeros seis meses de 2017 y lo he conseguido en la primera semana. Esto me hace ver las cosas mucho más positivas. Estoy muy feliz, pero intentaré mantener los pies en el suelo. Lo más importante es el aspecto mental. No recuerdo la última vez que me sentí tan bien tanto dentro como fuera de la pista. Una de las cosas que más feliz me hace es mi mentalidad y mi positividad en cancha. Aunque pase por momentos complicados, sigo creyendo. Si crees, ya tienes medio camino recorrido".
El búlgaro reflexiona sobre la vida (anormal) del tenista, lo difícil que es mantenerse en la elite, más aun para un jugador como él, del que se esperan títulos y victorias resonantes en cada torneo al que asiste. Más maduro y tranquilo, habló con la prensa: "Viajamos 23 semanas al año. Si lo piensas, es algo tremendo. A veces, necesitas sentirte normal, por decirlo así. Si no jugamos al tenis, nos quedamos en casa pensando en encontrar una solución, en lo que te hace feliz, en el tipo de vida que quieres llevar. No es fácil cuando no puedes estar con los tuyos, con tu familia. Yo no puedo pasarme 24 horas encerrado en una habitación pensando en tenis".
Daniel Vitale Pizarro
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