Año 2003, tercera ronda del Masters Series de Monte Carlo (ahora llamados Masters 1000), Guillermo Coria vencía 7/6 6/2 a un joven español que venía de la qualy, para luego perder en la final contra Juan Carlos Ferrero. Al año siguiente, el "Mago" se coronaría en el principado. El joven español de 16 años que fue derrotado por Coria en 2003 no participó del torneo, tenía 17. En 2005, con 18 años, levantó el trofeo y escuchó el himno español mientras lo nombraban campeón del Masters Series de Monte Carlo. Esa imagen se repetiría ocho veces seguidas, si, leyó bien ¡ocho veces seguidas! A esta altura de la nota ya es una obviedad a quién estoy haciendo alusión pero por las dudas vamos a dejarlo marcado a fuego: RAFAEL NADAL.
Lo pongo con mayúscula porque no encuentro otra manera para marcar lo grande que es ese nombre en el tenis mundial, y especialmente en este torneo, Monte Carlo. Ayer levantó su titulo número 47°, el 33° sobre polvo de ladrillo, dejó rendido a sus pies al número uno del mundo, Novak Djokovic, lo borró literalmente de la cancha y firmó un 6/3 6/1 para volver a ganar un torneo desde Roland Garros 2011, una sequía que se estaba volviendo incómoda para Nadal, más aún al haber perdido sus últimas 7 finales frente al serbio, al que hoy doblegó.
A Nadal se lo vio convencido que era su partido, en "su" torneo no iba a tolerar una derrota más ante "Nole" y salió a la cancha a devorarse a su rival. Dejó a Novak sin poder siquiera intentar imponerse en el resultado ni en el juego, dominó durante todo el partido, hizo diminuto al serbio que nada pudo hacer frente al mallorquín, que aprovechó muy bien el descenso de nivel que mostró Djokovic en el torneo, dolorido por la muerte de su abuelo esta semana. "Rafa" no tuvo piedad y lo arrolló.
Lo hecho por Rafael Nadal es increíble desde donde se lo mire. Año tras año fue superándose a si mismo e intentando mejorar su juego, en ocasiones limitado en su faceta de ataque pero el mejor de estos tiempos en materia de defensa y contragolpe. Haciendo un poco de memoria, aún tenemos fresca aquella final del 2005 en un partido memorable en el principado al vencer a Coria y levantar su primer Masters 1000 de su carrera, el punto de partida para llegar hasta hoy, al cosechar ayer el número 20, siendo el tenista que más torneos de esta índole obtuvo en la historia, superando por uno a Roger Federer. En estas ocho finales pasaron cinco rivales, Coria, Federer tres veces, Djokovic dos veces, Verdasco y Ferrer, todos se tuvieron que conformar con el segundo puesto y soportar el himno español de fondo durante la entrega de premios, algo común en estos ocho años, familiar.
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El nacido en Manacor ya no es un jugador defensivo, aunque sigue siendo su arma principal. A su juego, en los últimos años le incorporó más agresividad, especialmente para que su físico perdure en el tiempo y no se lesione. Cambió la trayectoria de su brazo en el drive al atacar, para que no se levante tanto y tenga un radio de giro imposible para cualquier tenista, sin provocar una lesión a corto plazo, por eso el tamaño de su brazo izquierdo para soportar semejante aceleración inadecuada en ese golpe. Busca atacar más y no especular tanto con el error del rival.
Este año cambió de raqueta por una con más peso para ser más incisivo desde el fondo de la cancha. Mejoró paulatinamente su servicio y maduró en cuanto a su imagen dentro del court (dejó de usar musculosas, de festejar de manera extrovertida muchos puntos en un partido). Además intenta cambiar el ritmo del partido cuando no está fino desde la línea de base golpeando algún slice, aunque no sea su fuerte. Pero la característica principal para perdurar en la élite fue disminuir la masa muscular de su cuerpo para apaciguar el rebote al piso por la situación de sus rodillas, que le diagnosticaron hace unos años "rodillas de una persona de 35 años".
Así y todo Rafael Nadal no se cansa de ganar partidos y títulos, y una vez más se prende en la pelea por el número uno del mundo, sabiendo que Novak Djokovic tiene que defender una inmensa cantidad de unidades y que Roger Federer ya no es el mismo de años anteriores, aunque sigue siendo una eminencia en el circuito y un rival siempre candidato. El español sigue progresando y cada vez que entra a una cancha de tenis a desplegar su juego deberíamos decirle, simplemente ¡gracias!
Daniel Vitale Pizarro
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